María Sol y su mamá esperan en el consultorio del Hospital Infantil Municipal. Ella no sabe que está esperando: se dedica en cuerpo y alma a tomar la mamadera del mediodía. Su mamá está preocupada: en los últimos días una tos persistente no la dejó dormir bien, y anoche tuvo fiebre. El médico de cabecera está atendiendo a otros pacientes. Ellas esperan.
Del lado de afuera, Juan Cruz y su papá traen cuatro bolsas con papeles viejos que estaban olvidados en un rincón de la casa. Vieron por televisión que el hospital del barrio Alta Córdoba estaba pidiendo colaboración para comprar insumos, igual que todos los años. Como esos papeles solo ocupaban espacio y juntaban mugre, el papá pasó a buscar a Juan Cruz del jardín y llegó hasta el evento para colaborar con la causa.
En la plazoleta del hospital, Spiderman es el centro de la atención de los más chicos: «Tengo frío, tengo calor, tengo todo», dice, antes de subirse al escenario a bailar zumba con más voluntad que ritmo. Fernanda dirige el baile y el resto de la gente lo disfruta. Bailan Alicia en el País de las Maravillas, el Sombrero y el Conejo. Antes bailaron y cantaron la payasa Alheli y el payaso Lucho.
Cuatro alumnos del Colegio Universitario de Perodismo (CUP) se vistieron como los personajes de conocida serie La Casa de Papel y armaron su show en los contenedores. Lorena pintó con algunos niños que se llenaron la cara de témpera. Marcela y el Taller Arte Creativo también vinieron: «Fuimos los que juntamos la mayor cantidad de tapitas el año pasado y esta es la primera vez que traemos papel», dice, orgullosa. Silvia y Juan traen su música. Julia vino con sus alumnos y se prendieron todos juntando papel y bailando zumba. El personal de Norpac salio antes de la oficina para traer unas cuantas resmas. Una universidad y sus alumnos cubren el evento. Locutores de radio transmiten las buenas nuevas: cuando los cordobeses se solidarizan, nuevas flores florecen.
María Sol termina de tomar la mamadera y su mamá espera que haga provechito. Todavía faltan tres pacientes para que sea el turno de ellas. María Sol no sabe que espera, y quizás tampoco nunca conocerá a Juan Cruz, ni a los payasos, ni a toda esa gente que dejó su rutina diaria para sumarse a la movida solidaria.
Esas personas, anónimas y no tan anónimas, tal vez tampoco conocerán a María Sol o a otros pacientes, que un año más se van a beneficiar. Para ellos, vale la emoción que se siente al ayudar a alguien sin esperar nada a cambio.
Saber que el año pasado con la recaudación se compraron un Broncofibroscopio y una Incubadora. Saber que cuando nos organizamos, podemos hacer grandes cosas. Una vez más, como todos los años, los ayudados fuimos nosotros.
